domingo, 8 de marzo de 2009

La Catedral de la Personalidad

Cuando alguien comete un crimen atroz, o cuando tiene una idea brillante, una genialidad, nos parece imposible entender cómo fue posible que llegara a tener tal ocurrencia. Es algo así como cuando contemplamos una catedral o un castillo, construido hace varios siglos, sin las herramientas de las que ahora disponemos, y nos cuesta creer cómo fueron capaces de hacerlo, comprendiendo, eso sí, que a menudo tardaran más de un siglo en poderlo construir.

Lo mismo ocurre con la personalidad humana, con el comportamiento de la gente. Es como esa catedral, que una vez construida nos parece imposible que alguien llegara a hacerla, parece más cómodo pensar que siempre ha estado ahí, que nadie la fue haciendo a base de esfuerzo y sudor.

Con la catedral nadie se atrevería, por tentador que pudiera ser, a negar que alguien la hizo (creo que hay una leyenda que dice que las pirámides de Egipto las trajeron unos extraterrestres), pero sí es algo que a menudo aceptamos con el comportamiento humano. Las teorías innatistas es a esta idea a la que apelan: Una persona que comete un asesinato atroz es porque “es así” “siempre ha sido así”. Y lo mismo aquellas que apelan a “enfermedades mentales” como si ellas fueran la causa del comportamiento: “Fulanito mató a menganito porque tenía un trastorno disocial”. Como si el trastorno fuera intrínsico a la persona, como si siempre hubiese estado ahí, como si él le hubiera obligado a matar…

Pero, al igual que la catedral, toda personalidad también se fue construyendo “con esfuerzo y sudor” a través de las interacciones con su medio, a través de los aprendizajes, a través de los cientos de miles de segundos que suponen la vida de una persona. Incluso la genialidad de Mozart fue debida a esta construcción a base de interacciones. Y esto no niega en absoluto el papel de la biología, pues al igual que una catedral está construida de ladrillos, de piedra o de mármol, y sus materiales también determinan su esencia, el ser humano es biología, esencialmente biología, pero una biología que sin interacciones, al igual que la piedra sin la mano del hombre, no puede convertirse en catedral ni personalidad.

Es habitual que se niegue esta postura de la personalidad del ser humano debida a sus interacciones y aprendizajes. Y entiendo tal reticencia, ya que sería prácticamente imposible imaginar todas y cada una de las interacciones y aprendizajes que llevaron a una persona a comportarse de tal manera. Además, es mucho más cómodo para nuestro intelecto decir que tal gen fue la causa, y por ello, este tipo de explicaciones son mucho más fáciles de aceptar.

Otra de las razones por las que puede rechazarse esta idea, por ejemplo con el caso de Mozart, es que parece imposible que en tan pocos años existan las suficientes interacciones como para dotarle de tal genialidad… pero, sin embargo, estoy seguro de que todos estaremos de acuerdo en que Mozart, en cualquier otro contexto, no habría tenido tanta genialidad (sin ir más lejos, si su primer contacto con un piano hubiese sido treinta años más tarde).
Además, pensemos en lo rápido que aprendemos: ¿Cuánto tiempo necesitamos para aprender que el fuego quema? Quizás menos de un segundo, el tiempo que tardamos en colocar el dedo en una llama y sentir dolor, o simplemente el tiempo que tardamos en ver cómo una persona coloca su dedo y lo aparta rápidamente al tiempo que dice “¡Ay! ¡Cómo duele!” Sólo es una interacción de un segundo y nos ha ofrecido información vital. ¿Cuántas interacciones de un segundo tenemos al cabo del día? Interaccionamos constantemente con nuestro entorno y un día tiene 24 horas de 60 minutos cada una. 60 segundos x 60 minutos x 24 horas… Un recién nacido tiene 86400 interacciones con su medio en su primer día de vida. Muy mermadas, por supuesto, ya que sus sistemas sensoriales (su biología) aún no funcionan demasiado bien (un funcionamiento que varía de unos bebés a otros, por supuesto) y también porque se pasan la mayor parte del día durmiendo… Pero aún así su nivel de interacciones es suficiente como para estar ya determinando el comportamiento que tendrá en su siguiente día en este mundo, unas interacciones que determinarán el que su madre diga a sus familiares cuando el bebe tiene tres meses que le ha salido muy llorón o muy tranquilo…

Esta visión del ser humano es la que he intentado trasmitir en Alma de Metal, aunque quizás hayan quedado en un segundo plano al centrarme en la historia y los personajes.

Y para ejemplificar de una forma clara estas ideas dejo aquí el documental "Padres difíciles, niños con problemas" que es ideal para demostrar estas teorías. En él conocemos la historia de Peter, un niño que podría ser hijo del mismísimo diablo, tiene sólo 5 años y ya tiene casi más maldad que Hitler ¿Quién podría negar que su comportamiento se debe a algo innato, a una causa intrínseca al propio niño? Y es lo que se tenderá a pensar si se hace un análisis superficial pero, por suerte, el documental profundiza poco a poco en las variables que han podido llevar a Peter a ser como es, las mismas variables que es probable que lo hayan llevado a ser un cruel delincuente si en su momento nadie más hizo nada por él:

Parte 1


Parte 2


Parte 3


Parte 4


Parte 5


Parte 6




1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Me encanta esta entrada!
Sigo leyendo.