Acabo de terminar de ver la segunda parte de la película emitida por La Uno sobre el 23 F, así como el posterior documental sobre la misma temática, emitido también en la misma cadena, y es de agradecer este tipo de material de aprendizaje y conocimiento sobre nuestra historia reciente que ponen a nuestra disposición. Y es que, dada la baja calidad de la enseñanza en historia en nuestras instituciones educativas, son necesarios este tipo de productos capaces de trasmitir realidades históricas de una forma amena y entretenida.
A menudo la gente, ante una discusión de ámbito político (aunque más bien diría social) excusan su falta de opinión o su ignorancia con la frase "Es que a mí no me gusta la política" como si fuese un gusto personal, como el gusto por los coches o el fútbol, como si pudieras elegir el interés por estos temas, algo completamente alejado de la realidad. El "gusto" por la política, nos guste o no, es algo que nos viene dado por imposición desde el nacimiento, desde el nacimiento en un país democrático que nos da el derecho (y la obligación) a ser partícipes en las decisiones que se toman, aunque sea simplemente eligiendo a la persona que las tomará.
El término política hace referencia a la forma de organizar u ordenar una determinada sociedad, así que abarca a cualquier ámbito de organización social, desde el más simple al más complejo, siendo, además, responsabilidad de todos y cada uno de los individuos que conforman esa sociedad su organización, ya que esta afecta a la organización de su propia vida individual.
Desconocer las implicaciones de las nuevas reformas llevadas a cabo por el gobierno y el contenido de estas, así como la falta de una opinión personal sobre ellas, lleva simplemente a tirar el voto a la basura cuando, llegado el momento, se nos da la oportunidad de premiar o castigar al partido político en el gobierno por sus decisiones. Por ello, no hay que votar unas siglas o unos colores, ni siquiera el pasado de un partido, hay que votar simplemente las decisiones que ha tomado en la última legislatura y las que no tomó, así como aquello que hizo la oposición ante tales decisiones. Y si, llegado el momento, ninguno de los partidos mayoritarios ha hecho bien su labor, se destinará a un partido más pequeño cuyos principios fundamentales sean concordantes con los nuestros.
Y aquí es donde llega el problema, o quizás la matización importante: ¿Cúales son nuestros principios o ideales? ¿Cómo decidir si una decisión tomada por el gobierno es acertada o no? y la respuesta es sencilla: Conociendo la historia. Todos podemos conocer a través de la historia qué decisiones levantaron un país y cuales lo hundieron, qué situaciones llevaron a una guerra y cuales otras la evitaron cuando esta parecía inevitable...
Sin embargo el conocimiento de la historia reciente de nuestro país (y del mundo en general) es bastante pobre en la sociedad actual. Pocos conocerán la fecha de inicio de la Guerra Civil, y muchos menos conocerán los verdaderos motivos de su inicio (mucho más allá del levantamiento militar), casi nadie tendrá idea del por qué de la ascensión de Hitler al poder (y cual fue la responsabilidad del nacionalismo en ella, algo que se enlazaría con los problemas del nacionalismo actual) e incluso pocos, aunque espero que algunos más, serían capaces de acertar la fecha de creación de la constitución vigente, así como las variables que la hicieron posible y las que jugaron en su contra.
Así que, para concluir, afirmo que todo el mundo tiene el derecho y la obligación, como miembro de una sociedad, a tener unas ideas políticas y conocimiento sobre las decisiones que se toman para organizar nuestra sociedad, así como la capacidad de decidir sobre ellas y de votar o no votar a un partido político por sus actos, no por los colores o supuestos ideales que tenga pintados detrás. Pero para ello, la única solución, es un conocimiento profundo de nuestra historia reciente y pasada, contada de una forma amena y entretenida que se centre en los hechos y los contextos y no intente parcerlar la historia como actualmente se hace (política, economía, distribución social...).
Quizás la única "Educación para la Ciudadanía" sea la eduación real, no en unos determinados valores, sino en un pasado que determina nuestro presente y así todos seremos capaces de llegar a esos valores por nuestro propio raciocinio.
A menudo la gente, ante una discusión de ámbito político (aunque más bien diría social) excusan su falta de opinión o su ignorancia con la frase "Es que a mí no me gusta la política" como si fuese un gusto personal, como el gusto por los coches o el fútbol, como si pudieras elegir el interés por estos temas, algo completamente alejado de la realidad. El "gusto" por la política, nos guste o no, es algo que nos viene dado por imposición desde el nacimiento, desde el nacimiento en un país democrático que nos da el derecho (y la obligación) a ser partícipes en las decisiones que se toman, aunque sea simplemente eligiendo a la persona que las tomará.
El término política hace referencia a la forma de organizar u ordenar una determinada sociedad, así que abarca a cualquier ámbito de organización social, desde el más simple al más complejo, siendo, además, responsabilidad de todos y cada uno de los individuos que conforman esa sociedad su organización, ya que esta afecta a la organización de su propia vida individual.
Desconocer las implicaciones de las nuevas reformas llevadas a cabo por el gobierno y el contenido de estas, así como la falta de una opinión personal sobre ellas, lleva simplemente a tirar el voto a la basura cuando, llegado el momento, se nos da la oportunidad de premiar o castigar al partido político en el gobierno por sus decisiones. Por ello, no hay que votar unas siglas o unos colores, ni siquiera el pasado de un partido, hay que votar simplemente las decisiones que ha tomado en la última legislatura y las que no tomó, así como aquello que hizo la oposición ante tales decisiones. Y si, llegado el momento, ninguno de los partidos mayoritarios ha hecho bien su labor, se destinará a un partido más pequeño cuyos principios fundamentales sean concordantes con los nuestros.
Y aquí es donde llega el problema, o quizás la matización importante: ¿Cúales son nuestros principios o ideales? ¿Cómo decidir si una decisión tomada por el gobierno es acertada o no? y la respuesta es sencilla: Conociendo la historia. Todos podemos conocer a través de la historia qué decisiones levantaron un país y cuales lo hundieron, qué situaciones llevaron a una guerra y cuales otras la evitaron cuando esta parecía inevitable...
Sin embargo el conocimiento de la historia reciente de nuestro país (y del mundo en general) es bastante pobre en la sociedad actual. Pocos conocerán la fecha de inicio de la Guerra Civil, y muchos menos conocerán los verdaderos motivos de su inicio (mucho más allá del levantamiento militar), casi nadie tendrá idea del por qué de la ascensión de Hitler al poder (y cual fue la responsabilidad del nacionalismo en ella, algo que se enlazaría con los problemas del nacionalismo actual) e incluso pocos, aunque espero que algunos más, serían capaces de acertar la fecha de creación de la constitución vigente, así como las variables que la hicieron posible y las que jugaron en su contra.
Así que, para concluir, afirmo que todo el mundo tiene el derecho y la obligación, como miembro de una sociedad, a tener unas ideas políticas y conocimiento sobre las decisiones que se toman para organizar nuestra sociedad, así como la capacidad de decidir sobre ellas y de votar o no votar a un partido político por sus actos, no por los colores o supuestos ideales que tenga pintados detrás. Pero para ello, la única solución, es un conocimiento profundo de nuestra historia reciente y pasada, contada de una forma amena y entretenida que se centre en los hechos y los contextos y no intente parcerlar la historia como actualmente se hace (política, economía, distribución social...).
Quizás la única "Educación para la Ciudadanía" sea la eduación real, no en unos determinados valores, sino en un pasado que determina nuestro presente y así todos seremos capaces de llegar a esos valores por nuestro propio raciocinio.
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