jueves, 23 de julio de 2009

El milagro de Ann Sullivan y enseñar a vivir.

Esta noche he visto la película “El Milagro de Ann Sullivan”, que está basada en hecho reales y cuenta cómo Sullivan ayudó a una niña ciega y sorda a poder comprender y comunicarse con su entorno.
Ann Sullivan tiene más problemas para convencer a los padres y que la dejen enseñar que para enseñar a la niña, y es que estos, en su afán sobreprotector, obstaculizan en gran medida el aprendizaje. Y no es que ellos no quieran que aprenda la niña, sino que, por ser ella ciega y sorda, consideran que han de permitírselo todo y ser benevolentes y compasivos con ella. Por eso, entre otras cosas, permiten que la niña vaya andando alrededor de la mesa cogiendo comida de sus platos, algo que, indudablemente, Ann no puede permitir. En esa escena acaba echando a toda la familia del comedor y destrozando este para lograr que la niña coma sentada en su mesa y usando una cuchara, en vez de los dedos, como había estado haciendo toda su vida.

Este podría parecer un caso muy excepcional, quizás por los problemas de vista y oído de la niña, sin embargo, es mucho más común de lo que podemos imaginar. Me atrevería a decir incluso que la mayoría de los niños tienen problemas similares. Hoy en día se les permite todo y se les da todo lo que quieren en la forma en que quieren.
Ante acusaciones de este tipo muchos padres podrán defenderse con argumentos como “lo que yo no pude tener, que lo tengan mis hijos” o “yo quiero mucho a mis hijos ¿por qué no voy a darles todo lo que esté en mi mano darles?” Estos argumentos pueden ser más o menos válidos o justificados, pero a largo plazo traerán muchos problemas, y no a los padres, sino a los propios hijos, ya que sus padres les están vendiendo una mentira y no hay nadie que les cuente cómo es la realidad, haciendo que se estrellen contra ella en cuanto empiezan a volar solos. Si un niño siempre ha conseguido lo que quería ¿cómo reaccionará el día que no lo consiga? Y lo más lamentable es que lo primero que desee y no pueda conseguir no será algo nimio, sino que sin lugar a dudas tendrá mucho valor, pues de no ser ese el caso, seguro que lo podría conseguir. Y yo me pregunto ¿cómo reaccionará ese niño, hecho ya adulto, a su primer no? Imaginemos que está con la chica que le gusta, con unos amigos en un botellón, con un par de copas en el cuerpo, consigue llevar a la muchacha hasta un lugar apartado, desea acostarse con ella y ella le dice que no. Su primer NO. ¿Qué hará el chaval? Probablemente ni siquiera entienda qué significa no. Ya habrá escuchado esa palabra antes, pero nunca tuvo significado, ya que siempre consiguió lo que quería.
Quizás el muchacho en cuestión no se haya propuesto acostarse con la chica que le gusta, sino sacar todo sobresaliente en el instituto. Siempre consiguió todo lo que quería, y siempre sacó buenas notas en la escuela, nunca le salió nada mal y siempre consiguió todo lo que quiso. Nunca supo en absoluto qué se sentía al no conseguir lo que deseaba, nunca supo qué era la frustración y ahora, en el instituto, las cosas son más difíciles y las notas empiezan a mantener el equilibrio a duras penas en la delgada línea del mero aprobado ¿Cómo reaccionará si ella siempre tenía lo que quería?

No se trata de negar a los niños lo que ellos deseen, no se trata de educarlos, ni si quiera de castigarlos cuando se porten mal. Se trata de mostrarles cual es la realidad. Y cómo se muestra un paisaje si no es enseñándolo a través de los ojos, cómo se muestra una canción si no es permitiendo escucharla, como se muestra el olor de una rosa si no es acercándola a la nariz y dejándola oler, cómo se muestra entonces la vida, si no es haciéndola experimentar tal y como es.

No importa si eres ciego, sordo, mudo o estas malito del estómago. No importa que tus padres tengan dinero o que de pequeños no lo tuvieran. No importa si consideran que tus “travesuras” son cosas de niños o si tienen recursos para reparar tus errores. La realidad, la verdadera realidad, no tendrá en cuenta estas cosas, simplemente actuará con sus reglas, unas reglas que te pueden gustar o te pueden desagradar, pero que sin duda no podrás cambiar. Sólo puedes tener la esperanza de conocerlas, para poder adaptarte y no cometer errores de los que después te arrepientas. Sólo puedes tener la esperanza de que tus padres no te mintieran y fuesen, poco a poco, mostrándote el mundo donde ibas a vivir, permitiéndote asimilarlo lentamente, al ritmo adecuado, pues aprenderlo de golpe puede tener consecuencias muy imprevisibles…

En esta entrevista, en el minuto 5: 20, el juez Emilio Calatayud dice que hay que poner límites a los niños (para que aprendan a tenerlos, ya que en el futuro los tendrán) y él dice que hay que ponerlos desde los CERO días. Pone el ejemplo del niño que duerme en la habitación de los padres y estos lo meten en la cama cada vez que llora. Ese niño acaba de llegar al mundo y ya esta aprendiendo que puede tener todo lo que quiere. Quizás no pasaría nada si, una vez comprobado que el niño ha comido, no tiene mojado el pañal, no tiene sed… y simplemente quiere compañía, dejarlo llorar una rato.



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